(Santiago de Chile) Oscar Romero
El año pasado llegó a mis manos “Zatoichi”, una película japonesa filmada en 2003 y dirigida por Takeshi Kitano. El protagonista es un masajista ciego, maestro de la esgrima, que llega a un pueblo dominado por la mafia japonesa, la Yakuza. Allí se ve envuelto en una historia de venganza, apuestas, geishas asesinas, humor, lucha de poder y la resolución de un misterio. Con una trama a pausas, Zatoichi, usando su habilidad con la espada, logra devolver la paz al pueblo.
En el taller de Narrativa Negra dictado por Gabriela Aguilera, nos encontrábamos estudiando el Hard-Boiled, corriente literaria surgida en Estados Unidos y que se desarrolló en la década del 30’. Mientras hablábamos de las características de esta corriente, probablemente para mostrarme más inteligente de lo que soy, se me ocurrió decir: “¡Esto se parece a Zatoichi!”. Al terminar de dar mis argumentos, Gabriela me preguntó: “¿Cuándo puedes traer un artículo comparativo?”. De esta manera, mi dificultad para mantener la boca cerrada me tiene escribiendo esta comparación. Pero no crean que lo hago con desgano. Al contrario, ha resultado ser un trabajo entretenido.
En primer lugar, es interesante observar la denominación usada en ambos casos. En Estados Unidos se habla del “Hard-Boiled”, (Duro e Hirviendo), para referirse a historias policiales que denunciaban la situación norteamericana de la época. En el caso de Zatoichi, pertenece al género de películas de samuráis conocido como “Chanbara”. Esta palabra es una contracción onomatopéyica de “chan-chan”, (sonido del choque de espadas), y “bara-bara”,(sonido del desprendimiento de carne). Ambas nomenclaturas, tanto la estadunidense como la japonesa, (guardando las diferencias culturales), adelantan una trama ácida, directa y violenta.
El Hard-Boiled se desarrolla en medio de la Gran Depresión: autores emblemáticos como Dashiell Hammett y Raymond Chandler, escriben durante el periodo comprendido entre 1929 y la Segunda Guerra Mundial. El primero es reconocido por obras como “Cosecha Roja” y el “Halcón Maltés”; y el segundo, por “El Sueño Eterno” y “Adiós Muñeca”. Así dio inicio la saga del detective privado Philip Marlowe, que fue interpretado en el cine por Humphrey Bogart. Como mencioné, Zatoichi, (de Takeshi Kitano), es una nueva versión de Tales of Zatoichi, una saga de películas de samurái rodadas desde 1962. Es posible que los años no den luces de su vinculación. Sin embargo, dichas películas están basadas en el trabajo del novelista Kan Shimozawa, quien es contemporáneo de Hammett y compañía. Shimozawa escribe desde los años 20’, logrando reconocimiento en 1937 por su novela “Crónicas del Shinsengumi”.
Si hablamos del momento histórico y nos enfocamos en los años en que se desencadena la acción en los dos casos, podríamos creer que no estamos hablando de lo mismo. Efectivamente, se enfocan en años distintos. El contexto temporal de Zatoichi es el periodo Edo, que inicia en 1603 con el Shogunato Tokugawa y finaliza con la reinstauración del Gobierno Imperial en 1868. Ya a finales del periodo, se vivía una crisis con levantamientos, protestas y hambrunas, acompañada de catástrofes naturales. Es interesante notar que este periodo aloja el nacimiento de la Yakuza. Los protagonistas del Hard-Boiled están insertos temporalmente en la década del 30’, en el Estados Unidos de la Gran Depresión. Aquel hecho marca el fracaso del sistema económico norteamericano, con el empobrecimiento de la población y fortalecimiento de la mafia, que posteriormente sería nominada como la “Cosa Nostra”. Existe una similitud económica y social entre ambos momentos históricos: así, las historias creadas denuncian el desamparo, la pobreza, la corrupción y el quehacer del hampa. Aquí se encuentra la eterna pugna entre el mal, (representado por la mafia y la policía corrupta), versus la justicia de los buenos.
Finalmente, si nos enfocamos en el protagonista, el Hard-Boiled cuenta con el Detective Privado, una figura que no pertenece a la policía corrupta ni a la mafia. En esencia, es un personaje libre que utiliza medios de ambos grupos para conseguir sus fines. A su vez, tiene vicios similares a aquéllos, es violento y pertenece al bajo mundo. Zatoichi, por su parte, es un “Ronin”, es decir un samurái sin amo, un desclasado que se emplea como espadachín a sueldo. Pertenece a la clase más baja, tiene vicios, bebe y juega a los dados. Todo esto lo relaciona directamente con la Yakuza y los juegos ilegales dominados por el crimen organizado. Ambos son personajes solitarios, no tienen jamás una pareja porque es demasiado peligroso para ellas. En el Zatoichi de 1962 hay una mujer enamorada que lo espera en el camino que el masajista debería tomar. Sin embargo, él decide tomar un camino diferente, dejándola plantada.
Ambas corrientes tienen como leit motif a la denuncia social: en la realidad que plasman los autores en sus historias abren una luz de esperanza con aquella frase: “no estamos desamparados”. Existen héroes donde menos lo pensamos, existe alguien que nos defenderá del crimen y de las normas injustas, estableciendo la Ley de la Calle.
Terminando este artículo, he decidido ir en contra de nuestra lógica occidental que se mueve de lo general a lo particular, rematando con una generalidad.
Los latinoamericanos hemos sido influenciados por la literatura occidental, la que, a su vez, ha permeado en Oriente. En los últimos 20 años, (como las ondas en una batea que van, chocan y vienen), la industria de historias orientales ha alcanzado nuestras tierras y está avanzado fuertemente. Son narraciones que mezclan elementos relativamente nuevos para nosotros pero que dialogan con nuestro constructo cultural porque también hemos sido influenciados por estilos similares. Las fronteras culturales de Oriente han caído y debemos mirar hacia ese lado del mundo para conocer nuevas herramientas literarias y sumarlas a las que cargamos en nuestras mochilas. Así, se abrirá paso una nueva generación de escritores. Es una invitación a mirar y estudiar un mundo que va más allá de Japón. Que contiene a un Asia desconocida que cuenta con innumerables historias esperándonos para nutrir a creadores y lectores.
(c) Oscar Romero
Santiago de Chile